miércoles, 19 de noviembre de 2008

CRISIS EN LA IDENTIDAD DE ‘EL SALADO’

Ni los vendedores de su plaza de mercado ni sus pensionados tienen
una agremiación que consolide sus intereses, anhelos y expectativas de vida.

“Se garantiza el derecho de libre asociación para el desarrollo de las distintas actividades que las personas realizan en sociedad”. Con esta frase, correspondiente al Artículo 38 de la Constitución Política de Colombia de 1991, se da vía libre para que cada uno de los ciudadanos del país conforme asociaciones a su libre elección, con el fin de adelantar labores que propendan por el bien de la sociedad a la que pertenece.

Cuando la ley colombiana da tales libertades, lo mejor, en estos casos, es llevarlas a la práctica. Una asociación de personas con determinados intereses, apremia; más aún, cuando la comunicación y la integración a veces fallan debido a la radicalización de las diferencias entre cada ciudadano.

¿Qué sucede en el barrio El Salado? Al recorrerlo, se pueden confirmar las evidencias de una destrucción casi total de la identidad, puesto que sólo es posible tropezar con sorpresas negativas. La razón: la ausencia manifiesta de organizaciones que respalden intereses tan nobles como los de un vendedor de la plaza de mercado, o los del abuelo que por mucho tiempo sirvió, enhorabuena, a su región y que ahora recuerda sus glorias y derrotas, con otros contemporáneos, sentado en las bancas del parque principal.

Claro que, como en toda búsqueda, una caída es símbolo de un mejor desempeño, de una satisfacción final. Esto, referente al hallazgo de organizaciones que defienden la máxima que no se deja de pregonar en estos tiempos, aquella defensora de que los niños son ‘la esperanza del futuro’. En El Salado, dicha premisa se concreta con la presencia de uno de los centros de acopio infantil más importantes del lugar, el Jardín Comunitario “Mis Angelitos”.

Este es un establecimiento lúdico y educativo que alberga niños con edades entre los 2 y los 5 años, apoyado económicamente por el Ministerio de Salud, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y la Junta de Acción Comunal de dicho barrio, y que completa quince años de funcionamiento en la comuna número 7 de Ibagué.

“El jardín atiende actualmente a 90 niños que cursan sus grados pre-jardín y jardín A y B, distribuidos en dos jornadas: 8 a 12 del día (45 niños) y 12 a 4 de la tarde (45 niños)”, explicó Yamileth Rengifo Rengifo, Licenciada en Educación Infantil y Preescolar de la Universidad del Tolima, quien lo dirige actualmente.

Cada niño que quiera ingresar al jardín debe cumplir los requisitos básicos del acceso a la educación. Las condiciones económicas son, sin embargo, uno de los puntos en que más se enfatiza. “Aquí se reciben, además, niños desplazados, razón por que establecemos tales requisitos para la selección”.
Aún así, no todo es color de rosa en este jardín. Según lo afirmó Rengifo, a este jardín no se le está girando el monto suficiente para su sostenimiento. “Mientras a otros jardines se les aporta alrededor de $40’000.000 mensuales, a este sólo llegan dos millones y medio, que no alcanzan para cubrir alimentación, costos educativos, de personal y servicios públicos”.

Por esta razón, se cobra una cuota de participación de $16.000 mensuales por cada niño. Se hace una excepción a los niños desplazados, que pagan sólo ocho mil. “Con eso y con lo que paguen los padres nos tenemos que sostener”, aseveró.

Argumentó que, según las directivas del ICBF, para que el jardín pueda tener derecho a un aumento debe cambiar su modalidad de funcionamiento, es decir, una sola jornada de 8 a 4 p.m., con sólo un grupo de niños. El temor que Rengifo tiene es grande, puesto que de los tres jardines que existían con tales características, dos -que se ubicaban en Medellín y en la Costa Atlántica-, ya desaparecieron.

Es el único jardín que se encuentra en el barrio, por tanto da prioridad a niños del sector. No obstante, “si viene un niño de otro barrio, y hay un cupo disponible, se admite”. Una de las grandes ventajas de las que goza este centro de acopio es el convenio que se ha establecido con la escuela “Francisco de Paula Santander”, para que los niños salgan inmediatamente a realizar sus estudios de primaria.

La infancia necesita espacios para captar y socializar sus conocimientos primeros. Estos inconvenientes sufridos en los espacios de los entes gubernamentales son la muestra fehaciente de que aún falta mucho por hacer en cuanto al rescate de los mínimos valores: la protección a la infancia, su derecho a la educación y otras tantas cosas que sólo pueden partir de una buena inclusión en la vida social.

Cuando falta un grupo que integre los intereses de cierta conglomeración de personas que viven en determinado barrio, se conduce implícita y explícitamente a la crisis de la identidad tanto en la localidad como en la ciudad que la alberga, siendo difícil construir el imaginario socio-cultural que desde allí se debe gestar.

´EL SALADO´: CARGADO DE HISTORIA

Lo que comenzó como una vereda ibaguereña, a finales del Siglo XIX, y que luego pasó a llamarse ‘El País’, en el S. XX, era apenas una veintena de casas fabricadas con bahareque y de techos de paja, compuestas de patios espaciosos que albergaban gran variedad de animales y árboles frutales, condición característica de las fincas más suntuosas de la región del Tolima Grande.

Llegar a El Salado es aproximarse al final de la ciudad, a la comuna 7. Una comuna que tiene como vecinos al río Alvarado y Chipalo, y la quebrada La Tusa, además del municipio de Anzoátegui. La fertilidad y productividad de sus tierras hacen que su actividad económica sea bastante prolífica, basada en la cría de animales, la avicultura, piscicultura y la agricultura, de la que hacen parte productos como el café, caña de azúcar, plátano, yuca, tomates y arracacha, entre otros.

¿Por qué ‘El Salado? El origen de este nombre tan sonoro se remite a una quebrada llamada ‘El Saladito’ y que transportaba agua de tales características entre San Bernardo y la finca de Amador Rengifo, siendo esta la única fuente que surtía de agua al sector durante la época de la Guerra de los Mil Días, cuando el General Tulio Varón luchaba con sus tropas en el lugar. Aún así, se conoce otra cara de la moneda, la que dice que su nombre pudo ser producto de la abundancia de la planta ‘Caliche’, típica por su acidez y por el agua que de ahí se extraía, que era salada.

DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN


Como en todo árbol genealógico, es fácil encontrar rasgos de un continuo proceso evolutivo en este sector. Matices que se concatenan en la construcción continua de la historia, en la elaboración del archivo mental que permite tener las bases para no perder el sentido de pertenencia.


De El Salado se rescatan cinco importantes períodos claves para su desarrollo:

1850-1899: Se compone, el sector, de abundantes zonas verdes y entre ellas, tres hatos, como puntos de partida del actual poblamiento; uno de ellos ocupaba el lugar de la Plaza de Mercado. Se catalogaba a la caña de azúcar como la fuente económica más importante.

1900-1930: Hay primeros indicios de población urbana, con la construcción de caseríos localizados en el área del parque de familias Varón, Obando y Cruz, considerados como los fundadores del sector. En 1908 se construyó la primera capilla en bahareque, que ocupa el lugar de la actual iglesia, en un terreno que donó el señor Salvador Varón.

1931-1954: Apertura de vías de fácil acceso desde la ciudad de Ibagué. Se redujo el recorrido de 2 horas, por medio de trochas obstaculizadas a menudo por el desbordamiento de los ríos, a sólo 40 minutos. Desarrollo de un comercio a mayor escala, con grandes almacenes misceláneos, de licores y fondas, abastecidos por los zacatines. La plaza de mercado aparece y toma su ubicación actual, sitio de encuentros sociales diversos. Se funda la primera escuela, Francisco de Paula Santander, situada en proximidad a la parroquia. El comercio disminuyó debido al conocido ‘Bogotazo’ de 1948, pues mucha gente se desplazó a la ciudad, y por ende, se afectó dicha actividad y el progreso del sector pasó dificultades.


1954-1982: El barrio pasó de llamarse ‘El Salado’ a ‘El Jordán; sin embargo, tal cambio no llegó a prolongarse, gracias a la defensa del General Pío V Rengifo. En 1973, el Concejo Municipal de Ibagué le otorgó la categoría de Barrio Especial, debido a su composición y a la influencia de la población. Se extendió hacia este lugar la red de transporte urbano; esto repercutió en el incremento de las construcciones, dando lugar a otros barrios dentro de la zona, como El País y Pacandé. El templo se culminó en el mismo lugar de su actual ubicación.


1983-2001: Se dio la distribución política del municipio en Comunas, reconociendo al sector como parte de la comuna 7, y El Salado pasó a ser el corregimiento número 13 de la ciudad. Por esta razón por la que se considera como una zona privilegiada.


EL TURISMO DE AYER: AÑOS DIFÍCILES

Las cabalgatas y las actividades parroquiales incrementaban, en 1960, el carácter espiritual de los pobladores de El Salado. La banda local acompañaba a cualquier evento social celebrado y, por ende, acrecentaba el sentido de pertenencia. Muchos proyectos turísticos dentro del barrio, llegaron a no realizarse: el Centro de Acopio, para la producción agropecuaria de la zona rural del norte de Ibagué; la Terminal de Transporte del Norte, para pasajeros y carga, que comunicaría con el norte de Tolima; la Universidad Agropecuaria, centro de estudios del potencial agroindustrial de Ibagué; y el Parque Temático del Arroz, en que se mostraría el proceso de producción de dicho cereal.

Un total fracaso tuvo, en 1982, la idea del entonces alcalde de la ciudad, el Dr. Rubén Darío Rodríguez Góngora, quien pretendía impulsar el turismo hacia lugar, por medio del ‘Pueblito Tolimense’, que comprendería las 43 manzanas centrales del barrio, aledañas al parque principal. Se argumentaba que estas casas deberían conservar su estructura original, de un solo piso, condicionando a sus propietarios a pintar de blanco las fachadas y a colgar plantas florales en ellas. Aún así, la obligación de que los gastos corrieran por cuenta de cada propietario hizo que ellos desistieran unilateralmente de adoptar dicha iniciativa. A pesar de que esta idea no se concretara, muchos de quienes lo conocen lo consideran como eso, como un ‘Pueblito Tolimense’.

Poco a poco, paradójicamente, el desarrollo turístico sufrió tropiezos debido a la ininterrumpida afluencia de viajeros a la zona, dando lugar a una renovación de infraestructura y a la aplicación de servicios especiales para mantener el atractivo que se ha ostentado. Se tuvieron que crear espacios agradables para el disfrute de propios y extraños. La demanda se hacía, cada vez, más grande.


EL PUEBLO PREDILECTO

El Salado se convirtió en uno de los lugares favoritos para que sus visitantes encuentren actividades generadoras de esparcimiento, sana diversión y, ante todo, descanso.
Su numerosa población, de unos 4.500 habitantes, hace que no se considere al sector como un barrio más. Incluso algunos de sus pobladores se atreven a repensarlo como un pueblo.

Las características de un pueblo son similares a lo que, hoy en día, es El Salado. La plaza de mercado, la iglesia, el parque, y los sitios recreativos confluyen en un solo espacio para la preservación de los recursos y de las tradiciones que permitan a generaciones futuras seguir promoviendo el crecimiento y el desarrollo.

Empecemos por hablar de la plaza de mercado, uno de los sitios más concurridos del sector. Campesinos en grandes cantidades llegan allí a expender sus productos, sus cultivos; sin embargo, el trajín de la rutina de venta se ve muy bien recompensado con unas cuantas cervezas. Así su trabajo será más llevadero.

La variedad de productos, entre los que podemos encontrar plátano, yuca, tomate, arracacha, obtenidos de sus fértiles suelos, y sus cómodos precios, hacen que los turistas accedan en gran cantidad y que cada fin de semana conviertan a la plaza en uno de los sitios más visitados. Tan pronto cualquier medio de transporte llega, se percibe fácilmente la amalgama de olores característicos. Sin embargo, la basura hace de obstáculo dentro del ambiente agradable que se debería hallar en este lugar.

Los arreglos arquitectónicos de la iglesia son clara evidencia de los vestigios de la tendencia colonial, e invitan a incrementar la religiosidad y a masificar la asistencia a las eucaristías celebradas diariamente, aún teniendo en cuenta que la mayor afluencia se da durante los fines de semana, especialmente los domingos. Como en cada iglesia de pueblo, es particular que los sonidos de sus campanas se crucen con la disonante música popular o con el reggaetón de los sitios aledaños.

Pasamos al parque, siendo este el escenario más importante; allí confluyen las generaciones. Niños y ancianos, en su mayoría, conviven en un espacio que también se presta para los encuentros culturales y populares celebrados continuamente, y acentuados en la época del San Juan y San Pedro. Conformado por la cancha de baloncesto, es testigo tanto de los primeros pasos de los futuros ciudadanos de bien que allí se forjan, como de las destrezas de cientos de muchachos que, con bicicletas, patines y balones dan vida al corazón de su barrio. Este componente se complementa con los juegos mecánicos infantiles, siendo el más particular (y por ende, utilizado) la rueda, que integra a niños y adultos en una grata tarde.

Al llegar a la zona de la plazoleta de comidas, le abordan chicas de belleza singular con un tenedor en una de sus manos dando a degustar la lechona tolimense, uno de los bienes irremplazables de la región. También, doña María, de 60 años de edad, adorna la plazoleta con su puesto de avena. Ella, con toda la sabiduría del caso, sugiere salir por donde ingresamos para evitar las montañas de basura y esquivar los perros hambrientos.

Además de la recreación, la práctica del deporte y el sano esparcimiento, es costumbre de todas las personas que visitan El Salado pasar por uno de los populares balnearios o riachuelos que dentro del barrio se aprestan. Las aguas cristalinas, el aire puro que se respira y el ambiente tranquilo del campo, hacen que el famoso “paseo de olla” sea el plan perfecto en un domingo -o incluso en un festivo-, preservando, ante todo, los recursos que allí pernoctan.

Es El Salado, al final de cuentas, la alternativa perfecta para querer estar en un pequeño pueblo ‘tolimense’ sin salir de la ciudad. No sólo por su composición o por su ubicación geográfica se hace agradable y obligatoria la visita a este pueblo pequeño; su gente cálida, espiritual, atenta y ante todo, trabajadora, son razones suficientes para no olvidar que muchas ciudades que ostentan gran progreso y superación, fueron alguna vez pueblos y/o corregimientos.